A finales de agosto, Ángel Di María agarraba el petate en dirección a las Islas Británicas tras varias semanas de especulaciones y rumores sobre su futuro. Sus altas pretensiones económicas no comulgaban con las cifras que el Real Madrid estaba dispuesto a llegar para que el jugador argentino renovara. Ancelotti contaba con él, pero la llegada de James Rodríguez y Toni Kroos le cerraban a priori las puertas del once. En esas condiciones Di María decidió marcharse, prendiendo la mecha de un culebrón que no iba a dejar indiferente a ningún madridista. Fideo arriba, fideo abajo, las tertulias de …